La segunda temporada de Big Little Lies ha llegado a su fin. Una temporada de alto nivel, que ha cumplido con las expectativas, y marcada, sobre todo, por la sobresaliente Meryl Streep en el papel de la madre del difunto Perry.
Antes de nada debo advertiros que esta crítica está repleta de Spoilers por lo que os recomiendo encarecidamente que abandonéis el barco antes de chocar contra algún iceberg.
El episodio 2×07 de Big Little Lies ha sido, sin duda, un episodio de vértigo, dónde, casi hasta el final, no hemos sabido qué es lo que el guión tenía deparado para las cinco de Monterrey.
Con el foco de la trama de lleno sobre el secreto que guardan nuestras protagonistas, la segunda temporada de Big Little Lies ha llevado un ritmo más ágil que la anterior. Bien es cierto que ya conocíamos a los principales personajes y que la acción ya estaba completamente preparada y servida.
Quizás, la pregunta que muchos nos hicimos al finalizar la primera temporada fue: ¿Era necesaria una segunda?
La tensa y tóxica relación entre Perry y Celeste, que era la linea argumental sobre la que se sostenían los episodios de aquella, quedaba completamente resuelta en el baile benéfico, cuando Bonnie empuja a Perry escaleras abajo. Y ahí podía haber acabado todo. Ese podía haber sido el final final perfecto sino llega a ser por la mentira.
Las cinco protagonistas deciden hacer una piña y, presas de los nervios quizás, eligen echar un pesado cubo de arena sobre el asunto, ocultando la verdad. Este hecho y todas las preguntas que lleva vinculadas es el que la directora Andrea Arnold aprovecha para montar siete nuevos episodios. ¿Cómo afectará la mentira a sus vidas? ¿Y a los niños? ¿Cuál será la linea de investigación policial? ¿Descubrirá alguien la verdad?
Las respuestas a estos interrogantes las vamos encontrando ya desde el primer episodio. En la segunda temporada de Big Little Lies, Celeste mantiene una doble lucha interna. Por una lado debe enfrentarse a esa desintoxicación de maltrato físico a la que ya se había acostumbrado y que incluso, como bien averigua su psicóloga, echa en falta. No importa cuántas pastillas tome o con cuántos hombres se acueste; el recuerdo de Perry la atormenta constantemente, para bien o para mal.
Por otro, tiene que mantenerse firme, alegre y estable frente a sus hijos, que entre la reciente pérdida de la figura paterna y la zozobra de su madre, se encuentran algo desconcertados.
Jane intenta seguir con su vida, manteniendo alejado a su hijo Zyggy de la verdad. Incluso intenta empezar una nueva relación sentimental con Corey, un simpático y “rarito” (como dice ella) compañero de trabajo.
Medeline, a priori la más fuerte de todas, es la que se esfuerza por mantener al grupo unido y se encuentra pendiente en todo momento de su amiga Celeste.
Renata ve como al hecho de tener que ocultar los hechos relativos a la muerte de Perry, se suma la dura realidad de afrontar la bancarrota a la que se ha visto avocada por culpa de las gestiones financieras de su marido.
Y por último está Bonnie. La que carga con el fardo más pesado de culpabilidad. Culpabilidad que va minando poco a poco su fortaleza mental. Y es que en esta temporada solo encontramos un fantasma de la alegre y positiva mujer que era en la primera.
Pues bien, servidos todos estos datos, ya por sí suficientes para hilar una nueva temporada, ¿qué se podría hacer para complicarlo todo un poco más? ¿para darle una vuelta de tuerca a la historia sin que se resienta la maquinaria?
El brillo de la segunda temporada de Big Little Lies
La respuesta nos llega en forma de nombre, que no es otro que el de Meryl Streep. La dos veces ganadora de un premio Óscar, encarna en la ficción a la madre afligida que busca respuestas. Su personaje nos ha ha fascinado desde el principio. La actriz hace, una vez más, gala de una asombrosa interpretación con la que nos mantiene engañados durante muchos, muchos minutos.
Y es que Mary Louise aparece en escena como si fuera una abuela con algún que otro problema psicológico. La poca empatía y falta de tacto que muestra con su nuera y las amigas de ésta, así parecen evidenciarlo, sin embargo, como vamos viendo conforme evoluciona la trama, no es más que el papel que está jugando para lograr su fin. La madre de Perry quiere, como dice ella misma compungida, saber qué es lo que le ha pasado a su hijo. Y es que es precisamente el desconocimiento lo que está acabando con ella.
Las discusiones con Celeste, las miradas inquisitivas, las pequeñas perlas que va soltando a Renata o a Madeline pueden hacer que resulte un personaje irritante, pero nada más lejos de la realidad. El guión, perfecta y coherentemente estructurado, solo nos muestra una mujer que hace lo que toda madre haría: exigir justicia. De hecho, no se le puede culpar de nada. Incluso se puede llegar a empatizar con ella fácilmente.
La llegada de Mary Louise es la que hace saltar por los aires todos los esfuerzos de nuestras protagonistas por seguir con sus vidas de una manera normal. Poco a poco siembra el desconcierto, la duda, la sospecha en las cinco de Monterrey. Va realizando sus pesquisas, se reúne con cada una de ellas por separado, analizándolas, averiguando sus puntos débiles y cuando los encuentra no duda en golpearlos con dureza.
Esto trastoca la vida de Celeste, Madeline, Jane, Renata y Bonnie, asfixiándolas un poco más. Y es que el guión todavía quiere hundirlas más en las profundidades, retorciendo sus vidas familiares. Sus parejas e hijos son una parte clave en toda esta ecuación.
El marido de Madeline, Ed, tiene el duro dilema por delante de perdonar o no la infilidad de su mujer. Esta es una de las tramas que más nos ha gustado de la segunda temporada de Big Little Lies. Y es que, como si de una montaña rusa se tratara, no sabes como va a acabar. Incluso al final, en la escena del último capítulo en la que se sientan a hablar los dos, justo cuando piensas que le va a pedir el divorcio, le dice que quiere renovar sus votos. Todas las series tienen a un buenazo.
Ed es en Big Little Lies lo que vendría a ser Luke en Las Chicas Gilmore (si me aceptáis la comparación).
Nathan, va viendo como, capítulo a capítulo, su mujer, Bonnie, se va mostrando más y más distante. Pese a hacer todo lo que está en su mano por ayudarla, no consigue que le cuente lo que le sucede, el secreto que la mantiene aletargada. De hecho, en esta trama encontramos otro de esos giros tan interesantes que tiene la serie. En la escena final del hospital. Cuando ha fallecido la madre de Bonnie. Esta se decide, por fin, a sincerarse con su marido.
Al igual que ocurría con Ed y Madeline, justo cuando piensas que va a confesar que fue ella quién empujó a Perry, le suelta que no está enamorada de él, dejándonos la boca torcida y el corazón de Nathan roto.
Los niños, por su parte, son los más afectados por ese intento banal que hacen sus madres de aparentar normalidad. Los hijos de Celeste no pueden apartar la violencia de sus vidas, mientras ven como su abuela quiere separarlos de su madre. Ziggy descubre que es hermano de Josh y Max y le pregunta con incertidumbre a su madre acerca de su padre, viéndose envuelto así en el mundo del abuso y la violación.
A Amabella los gritos y peleas de sus padres le llevan a desmayarse en el colegio. La hija pequeña de Madeline, Chloe, siente las punzadas de la culpabilidad por ser quien le dijera a Ziggy lo de sus hermanos y Skye también sufre lo suyo al pensar que sus padres pudieran divorciarse.
Y es que por mucho esfuerzo que hagan los padres, por muy bonitas que sean las palabras que utilizan para hablar con sus hijos, no puedes forzarles a entender las complejidades y crudeza del mundo adulto. Siempre van a acabar pagando un alto precio.
Todos estos frentes culminan en el último episodio “I want to know” (quiero saber). Como pasara en la primera temporada, es el capítulo donde la serie alcanza su climax. Va cogiendo fuerza poco a poco. Planteando dudas a los espectadores.
Por un lado no sabemos si alguna de las protagonistas va a romper su silencio para así salvarse ella misma. Recordemos que Corey le había dicho a Jane que la policía sospecha de ellas y que podría ofrecer la libertad a la primera que hablara, y que Bonnie se ha plantado dos veces en la comisaría de Carmel by the sea en un vano intento por confesar su culpa.
También somos testigos del combate judicial entre Celeste y Mary Louise. Esta lucha entre dos pesos pesados de la interpretación es otro de los aspectos que más nos ha gustado de la segunda temporada de Big Little Lies. Si en el episodio 6 era la madre de Perry la que golpeaba a su nuera sin piedad, en este último episodio es justamente los contrario.
Celeste pone a su suegra contra las cuerdas, golpeándola y machacándola hasta dejarla casi K.O. Mostrándole el video en el que su hijo la maltrata o recordándole la pérdida de su otro hijo. Aún así, cuando ya parece todo ganado, justo antes de que la jueza vaya a dictar sentencia, Mary Loise se levanta una vez más para seguir el combate. Magnífico.
Finalmente Celeste se queda con la custodia de los niños, pero ¿y qué pasa con la muerte de Perry? ¿con toda la culpabilidad de las protagonistas? ¿Se descubre todo? ¿Se va una de ellas de la lengua?
Conclusiones de la segunda temporada de Big Little Lies
Pues ni lo uno, ni lo otro. El final de la segunda temporada de Big Little Lies opta por la coherencia. No por lo fácil, sino por lo real y verídico. Parece ser que Bonnie envía un mensaje al resto diciendo que no aguanta más (la muerte de su madre es crucial en su decisión) y que va a contar la verdad a la policía. Las demás, manteniendo esa unión, van con ella a comisaría.
Puede parecer un final descafeinado después de todas las subidas y momentos de tensión que hemos tenido. Pero en mi opinión es el mejor final que se le podía haber dado. Esa verisimilitud es la que hace que esta temporada sea tan buena o quizás mejor que la primera.
Por Finch
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