Molina, que está presentando su última novela negra, habla en esta entrevista sobre su vida como escritor y lector apasionado.
¿De dónde nació la inspiración para ‘Camino sin señalizar’?
La idea surgió en una conversación con un amigo, que me contó que una conocida suya comenzó a tener experiencias adoptando el rol de sumisa. Ella le contaba cómo se iba adentrando, poco a poco, en ese mundo. Un día le contó que había conocido a un amo a través de Twitter y que concertó una cita con él para pasar un fin de semana completo en una casa de campo completamente aislada. Ese fue el puntapié para esta historia.
Marta es la policía que protagoniza esta novela. ¿Cómo la describirías?
Marta es una policía de unos 35 años, delgada, con el rostro anguloso, de facciones duras. Tiene un carácter marcado, fuerte, con voz propia. Se comporta de una forma directa, incluso ruda: dice tacos, es arisca, brusca y agresiva. No tiene pelos en la lengua. Y tampoco es del tipo de personas que se quedan de brazos cruzados ante cualquier dificultad u obstáculo. Es capaz de hacer lo que sea por las personas que más le importan.
¿Cómo es el proceso de creación de tus personajes?
Pues lo primero que trato de visualizar en un personaje es su edad y aspecto físico, creo que esto es importante y en nuestras relaciones con otras personas es lo primero que conocemos de ellas: cómo son por fuera. Luego trato de contextualizar a esa persona por su aspecto social: cómo viste, cómo se peina, si se maquilla o no, si su aspecto está más o menos cuidado, etc. Luego trato de definir al personaje por su carácter: si es simpático, sociable, introvertido, huraño. También trato de imaginar un poco de su pasado, algún hecho que les pueda haber marcado como personajes. Por supuesto es necesario imaginar igualmente lo que aspiran a ser en el futuro, cuáles son sus sueños, sus expectativas. Y, por último, trato de encontrar una fisura en todo ese conjunto, algo que rompa con todo lo que hemos imaginado ya que es o que debe ser el personaje en función de todo lo anterior que he descrito. Esa fisura, si es la adecuada, hace que el personaje crezca en complejidad y sea más interesante.
Ya has publicado otras cinco novelas. ¿Qué sientes cuando tienes un libro nuevo escrito por ti en tus manos?
Se siente mucho alivio. Escribir un libro (más para quienes, como en mi caso, no lo pueden hacer con dedicación exclusiva) supone un esfuerzo enorme, sentarse horas y horas delante del ordenador hasta lograr hilvanar algo que sea medianamente aceptable. Y cuando ya se tiene un esqueleto más o menos formado, hay que moldearlo, pulirlo, revisarlo hasta la saciedad. Y todo eso es agotador. También es divertido, claro, si no, no lo haría, pero cansa. Por eso, cuando termino un libro, lo que siento es, por una parte, un enorme alivio: es como la satisfacción del trabajo cumplido. Por otro lado, a mí me suele quedar una sensación de vacío, ya que, después de varios meses dedicado a una historia, de repente está terminada y es como si te encontrases con un tiempo con el que no sabes qué hacer, pues escribir requiere una rutina, un hábito que debe mantenerse mientras dure el proceso de escritura. Una vez que este hábito se interrumpe te queda una sensación extraña, como digo. Al menos ese es mi caso.
¿Siempre has querido ser escritor?
Siempre me ha gustado escribir historias, desde que era un adolescente me sentaba a escribir relatos. Sin embargo, creo que, tal vez por pragmatismo, nunca me he imaginado a mí mismo como un escritor profesional que puede vivir de sus libros. Creo que hoy en día eso es prácticamente imposible y son muy pocos los que logran vivir de las rentas que les producen sus obras. Ahora bien, sí creo haberlo deseado, pero más como un sueño, o una quimera.
Has escrito diferentes géneros pero uno de los que predomina es la novela negra, ¿por qué?
Pues por un lado porque he sido un gran consumidor de cine negro y las tramas policiales y de suspense siempre me han gustado mucho. Del cine a la literatura hay un paso muy sencillo de dar y, lógicamente esa afición cinematográfica me llevó a la lectura de mucha novela policial y negra. Idear una trama debería resultar algo gratificante y divertido para un escritor. Y quizá sean las tramas de novela negra aquellas con las que más me he divertido, de forma que el mismo proceso de escritura, de invención de personajes, tramas, giros, etcétera, se me hace especialmente llevadero con este tipo de historias.
¿Eres un gran lector de novela negra?
Soy un lector por encima de la media en el sentido de que leo, o procuro leer, al menos un libro por semana. Pero no dedico mi energía de forma exclusiva a la novela negra, aunque sí, he leído bastantes. Comencé leyendo a escritores norteamericanos y, lógicamente, nada mejor que empezar por los clásicos: Dashiell Hammett, Raymond Chandler y J.M. Cain fueron los primeros novelistas de serie negra que leí. De ahí pasé a Chester Himes y a Patricia Highsmith (una de mis favoritas). En España también hay muy buenos autores de novela negra, pero creo que ninguno como Vázquez Montalbán. Y en Hispanoamérica, hay muchos y de una enorme calidad, como Elmer Mendoza, Raúl Argemí y Leonardo Padura.
¿Podrías nombrarnos algunos libros que te hayan marcado?
Son muchísimos. En cada época de mi vida he tenido una serie de escritores y de libros que me han influido o marcado. Por ejemplo, hubo un momento en el que las obras de temática existencialista eran lo que más me llamaba la atención: Albert Camus, Sartre, Unamuno, Kafka, etc. También tuve una época en la que leí muchísima literatura hispanoamericana: Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa, etc. Luego conocí a Faulkner, que me rompió todos los esquemas, pues fue un transgresor que se atrevió a escribir de un modo que nadie había hecho, y que tuvo una enorme influencia. En fin, podría seguir con la lista de escritores que me han absorbido en diferentes épocas: Kazuo Ishiguro, Robertson Davies, Patricia Highsmith, Saramago… Por suerte hay muchos escritores excelentes y el catálogo de libros que marcan es inmenso.