“De un mundo que ya no está” es un libro autobiográfico escrito en Yiddish que narra la niñez del autor en su Polonia natal, muy a principios del siglo XX.
Suscribo plenamente en esta reseña el comentario de contraportada de la edición que resalta tres características del texto. La primera es que tenemos entre manos una maravillosa evocación de la infancia del autor; la segunda, que es un testimonio de inmenso valor histórico, y la tercera, que es un réquiem por las comunidades judías de aquella época.
Por cualquiera de estas tres características el libro es absolutamente recomendable; y podría añadirse que tiene las virtudes de un buen novelista: precisión en los detalles, perfecta secuencia narrativa y talento para la fabulación (en este caso, fabulación construida sobre los recuerdos).
EL MUNDO DE AYER
Traigo a colación el título de la obra de Stefan Zweig por la similitud que guardan ambas composiciones. Zweig escribe su libro angustiado por los triunfos del nazismo y atormentado por su convicción de que Hitler ganaría la guerra. Esto ocurría a principios de los años cuarenta, pero ya desde 1933 la Europa que Zweig recuerda ya no era la misma, y no lo sería nunca.
Israel Singer escribe su obra aproximadamente en la misma época, cuando ya alemanes y rusos han destrozado Polonia y se dedican al ensañamiento con las élites polacas y los colectivos minoritarios, especialmente los hebreos. Israel Singer reconstruye las costumbres, ambientes y caracteres de las comunidades judías de principios de siglo en su natal Bilgoray con una riqueza de detalles y un colorido extraordinarios.
A diferencia de Zweig, Singer no asiste a un cambio drástico de valores y ambientes, sino a la brutal erradicación de los mismos, erradicación que incluye el exterminio de todo vestigio de la sociedad judía que, dicho sea de paso, era, en Polonia, la más numerosa de Europa y representaba el 10% del total de su población. Singer rescata de ese programa de exterminio sus recuerdos y las figuras y talantes de las gentes que compusieron el escenario de sus vivencias de niño. Rescata de la aniquilación todo lo que los 12 años de nacionalsocialismo borraron de la faz de la tierra.
La maestría del autor hace que cada uno de los 22 capítulos que componen el libro pueda leerse “casi” como una unidad separada. Compone cada capítulo como una fotografía ilustrada, con un anecdotario propio, un attrezzo muy cuidado y un contenido humano como hilo conductor permanente.
La muerte prematura del autor, en América, donde se exilió, nos ha privado de la narración de sus años de juventud y de la recreación del clima de racismo, xenofobia y de terror que fue incubándose desde el final de la Gran Guerra hasta el principio de la segunda.
EL AUTOR
Israel Yehoshua Singer fue en su tiempo más famoso que su hermano menor Isaac Bashevis Singer. Este último, premio Nobel de literatura en 1978, profundizó y amplió la visión de su hermano. Ambos autores comparten temas y objetivos, por lo que quien haya disfrutado de la obra de Isaac Bashevis Singer, podrá sin duda disfrutar de este libro en el que encontrará una evidente semejanza en los temas y una calidad similar a la de su premiado hermano menor.
LA EDICIÓN
Como siempre, Acantilado nos presenta un libro que da gusto tener entre las manos. Buen tintaje y presentación, cuidada corrección y un complemento muy de agradecer, cual es el glosario final de vocablos yiddish y hebreos que nos aclaran significados de los que muchos lectores no teníamos conocimiento exacto.
La traducción, excelente. Aprovecho aquí para contestar a una seguidora de nuestras reseñas que nos contactó con una pregunta muy certera: ¿Cómo es posible juzgar la calidad de una traducción si se ignora el idioma original?
En mi opinión, si un texto traducido presenta una precisión y una brillantez notables, tiene que ver con la traducción porque para obtener la misma visibilidad y/o luminosidad que tiene un original, el traductor debe hacer maniobras de sustitución (y de creatividad) que sobrepasan la simple transcripción.
En cada texto hay sutilezas formales que solamente pueden provenir del original. Frases con una autoevidencia radiante que el traductor debe trasladar con toda su intensidad. Si existe esa intensidad, estamos ante una buena traducción, porque, en general, las traducciones “al pie de la letra” tienden a ser opacas. De otro modo: La forma hace que el contenido sea un producto explosivo o un explosivo desactivado.
Cuando un lector tiene la percepción de que estos principios, y otros que omito, están presentes en el texto, sin duda estamos ante una buena traducción.
En «De un mundo que ya no está», la traducción cumple de largo con estos objetivos, por lo que no es arriesgado intuir que estamos ante una traducción notable.
Sobre la misión del traductor hay un clásico, escrito por Walter Benjamin en 1923 con el título de “La Tarea del Traductor (Benjamin, Walter. “La tarea del traductor” (1923). Angelus Novus. Barcelona: Edhasa, 1971.), que recomiendo a nuestra amiga lectora.
Ficha Técnica:
DE UN MUNDO QUE YA NO ESTÁ
Autor: Israel Yehoshua Singer (1893-1944)
Edición: ACANTILADO
Traducción: Rhoda Henelde y Jacob Abecasís
Fecha de la presente Edición: Marzo de 2020