La colección Narrativa Contemporánea, de la editorial Pre-Textos, nos presenta «Lo malo de una isla desierta», libro de Javier Echalecu que se compone de un conjunto de dieciséis relatos.
En ellos, aborda paradojas, contradicciones y reflexiones que nacen de la observación de la sociedad de nuestro tiempo. Desde lo intelectual, el autor busca caminos vecinales que desembocan en la autopista de cuestiones de interés universal: las puramente humanas.
Una característica de “Lo malo de una isla desierta” es la utilización del surrealismo, pero un surrealismo “de acompañamiento”, por llamarlo así. Un recurso que utiliza de manera esporádica y que no es un rasgo dominante o que marque una preferencia de expresión.
Otra: Son relatos estáticos. Ocurren pocas cosas. Todo se dirime en la dialéctica y en la imaginación. Es el pensamiento lo que se mueve a velocidades notables.
Si hubiera que destacar un tema dominante en «Lo malo de una isla desierta», éste sería el tiempo, el paso del tiempo y el futuro a donde nos conduce. El tiempo es el protagonista del relato que cierra el libro. Se titula “Imagen del Futuro”. En realidad, no es un relato sino una reflexión en primera persona. El tiempo como continente de todo lo que existe, y que la ciencia está convirtiendo en algo elástico.
También, el inmediato anterior, “Penúltimos atardeceres”, trata el mismo tema. Sobre ambos, sobrevuela una cuestión muy de actualidad: la ciencia y el control de los procesos de envejecimiento. Para Echalecu eso nos llevará poco a poco a detener el tiempo. Una atrevida correlación entre lo que discurre y lo que transcurre.
“Amor Androide”, que es el relato de más extensión, también está relacionado con el tiempo, con el futuro y con el progreso. Desarrolla una derivación interesante, que es la de sustituir al mentor universal, al gran Leviatán por una prolongación de nuestra actual realidad: la de habernos hecho vasallos de nuestro propio progreso. La tecnología que nos invade es ya una necesidad personal que no sabemos muy bien qué limites tiene y cuanta deshumanización traerá aparejada. Es decir, que el Gran Hermano somos, en realidad, nosotros mismos, sometidos voluntariamente a la dictadura de nuestros logros científicos y tecnológicos.
El interés de Javier Echalecu no se limita a temas de esta profundidad. Destaco un relato, entre irónico y jocoso “Sísifo desencadenado” donde el autor acomete la desmitificación de un Sísifo que cumple heroicamente su castigo, convirtiéndolo en un antihéroe. Sus nuevos atributos nos son familiares: el miedo a salirse de lo políticamente correcto, el miedo al cambio y el miedo al qué dirán. Siguiendo la moda actual podría haberse titulado perfectamente “Desmontando a Sísifo”.
Otro de los relatos de «Lo malo de una isla desierta» que destaco es el de “Adverbios en mente” cuya arquitectura nos parece curiosa. Parte de una característica gramatical de nuestro idioma, como es la similitud cacofónica de los adverbios (que tanto criticó injustamente Borges), para llegar a una reflexión humana. La repetición gramatical se asemeja a las interacciones y repeticiones que ocurren en nuestra vida corriente, en las relaciones con nuestros semejantes. Los adverbios serían así el tam-tam que acompaña a nuestros actos.
Javier Echalecu y el por qué de «Lo malo de una isla desierta»
¿De dónde viene Javier Echalecu, que se presenta con una obra madura en la forma y con un contenido singular? ¿Son, verdaderamente, relatos lo que nos presenta? Este es un punto interesante para cualquier lector, pero hay que hacer la observación de que es erróneo buscar causalidad en hechos consecutivos, o, de otro modo: la correlación no implica causalidad. Dicho esto, siempre asalta la curiosidad de cómo se nos presenta un autor ¿en qué escenario? ¿con qué bagaje? ¿Con qué rasguños literarios? ¿Con qué impulso creativo? ¿Con qué objetivos?
Un grupo de relatos, los más cortos, tienen una arquitectura que recuerda al Cela de “Garito de hospicianos” o “…fingimientos y cegueras, pero la similitud no pasa del arranque, porque Echalecu no se centra en comentarios paralizados en la observación, sino que los utiliza para impulsar una tesis, o una reflexión.
Un ejemplo de esto es “Leónidas Gagarin, cosmonauta” donde ni siquiera hay una deformación de la realidad sino un desplazamiento bastante suave de la misma, como para hacer ver al lector que la base no es la real (Gagarin nunca pisó la cara oculta de la luna), y que no está mezclando literatura con periodismo. La pérdida de la importancia, la banalidad de todos los actos heroicos y su desaparición en el tiempo son el auténtico tema subyacente. Esto es otra desmitificación del heroísmo, como ocurre en “Sísifo”.
Encontramos la impronta cortazariana en algunos relatos como “Alarmantes niveles de felicidad “o “Llamada de emergencia”, que parece funcionar como elemento desencadenante de la inspiración. Javier Echalecu parece partir de una impronta similar, pero cambia de rumbo inmediatamente para adentrarse en aguas no cartografiadas.
Ahí es donde he encontrado el mérito y el agrado de una lectura más personal, que tiene como elemento básico el razonamiento intensivo, (esto sí es un denominador común en sus relatos). Me ha recordado a la Elvira Navarro de “La isla de los conejos”. Cortázar como ignición, eso, era lo que a nuestro parecer empujaba a Elvira Navarro al terreno de una deformación que sobrepasaba de largo lo fantástico. Eso la llevaba a adentrarse en el desagrado, la irritación y la repulsa.
Javier Echalecu nos lleva con Lo malo de una isla desierta a lugares más hospitalarios, normalmente hacia cuestionamientos muy abiertos, interrogantes y desencantos. Los adjetivos que lo definirían serían de tono menor: contrariedad, leve disgusto, duda, resignación y, sobre todo, curiosidad. En este sentido el talante del autor es flexible y no trata de convencer sino de exponer o sugerir.
«lo malo de una isla desierta» es un libro inesperado que promete desarrollos posteriores, dada la originalidad de su arquitectura y por la capacidad del autor de utilizar el lenguaje, la imaginación, y un razonamiento sagaz y complejo para la construcción de historias.
Recomendación: lectura obligada para los amantes del relato breve y para los que busquen un autor original al que habrá que seguir.
Isidro M. Gimeno
LO MALO DE UNA ISLA DESIERTA
Javier Echalecu
Editorial Pre-Textos. Colección Narrativa Contemporánea
Primera edición Marzo de 2021
Género: Ficción