El farmaceútico de Auschwitz | Patricia Posner

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El farmaceútico de Auschwitz, de Patricia Posner

El farmacéutico de Auschwitz es Víctor Capesius, de padres alemanes, nacionalidad rumana y doctor en farmacia por la universidad de Viena.

La autora del libro, Patricia Posner(1951), judía británica, historiadora, farmacéutica también, de familia polaca emigrada, se salvó muy probablemente del exterminio por su salida del país a tiempo de evitar las deportaciones masivas.

Víctor Capesius, amigo de Josef Mengele, compartió con éste tareas infames. Una de ellas fue la de esperar la llegada de los trenes repletos de deportados para seleccionar los destinados directamente al crematorio. Lo relativo a esto ha sido explicado de primera mano con detalles macabros y con un realismo angustioso por los supervivientes del holocausto.

Patricia Posner no se centra en estos hechos, aunque ciertamente están en el epicentro de la historia de Auschwitz, sino que dirige su aportación histórica a dos aspectos que me han llamado la atención y que me parecen importantes. El primero es la profundización en el personaje del farmacéutico. El segundo es la historia tremenda, confusa y extraordinariamente interesada del proceso de desnazificación.

En cuanto a lo primero, Posner nos da una semblanza muy completa del personaje merced a la gran cantidad de datos que se proporcionan. Las biografías de los protagonistas en el lado de los victimarios suelen poner su énfasis exclusivamente en los hechos.

A Capesius, aquí, se le dota de un gran entorno personal que abarca su labor profesional antes y después de la guerra y su encaje familiar. Así pues vemos a un hombre, tal como nos lo dibuja la autora, con su encanto de cara a terceros, con su talento de negociante y con su extrema avaricia que le hace sobrepasar todos los límites de la humanidad.

Porque Capesius, inicialmente, estaba encargado de la revisión de los equipajes para extraer los medicamentos útiles para su dispensario, pero, enseguida, se dedica con pavorosa iniquidad a rebuscar en los equipajes y en las medicinas, incluso en los contenidos de cremas y frascos, cualquier objeto de valor del que se pudiera apoderar. De ahí pasa a la extracción de piezas dentales. Lo descorazonador del caso es que pudo poner su tesoro a buen recaudo para utilizarlo posteriormente y comenzar prósperos negocios.

La entrada de Capesius en Auschwitz se produce en Diciembre de 1943. La maquinaria de exterminio ya funcionaba a pleno rendimiento pero los peores días estaban por llegar. Su llegada nos da idea de lo que era ya Auschwitz: El jefe del dispensario farmacéutico, el Dr. Krömer, lo recibe con las siguientes palabras: “Se te saldrán los ojos de las órbitas. Esto es Sodoma y Gomorra” y termina después: “El infierno en el inframundo no es nada comparado con esto” (pag. 56). Por cierto, Krömer fue ejecutado días después, se supone que por afirmaciones como estas. Capesius accede con la desaparición de Krömer a jefe del dispensario.

Acabada la guerra y con intervalos, Capesius se ve en el centro de una persecución que va estrechando su cerco poco a poco. Va saliendo indemne de juicios e interrogatorios hasta que finalmente es confrontado con testigos irrefutables.

En cuanto al proceso de desnazificación, El farmaceútico de Auschwitz desvela al hilo de la historia de Capesius la red de intereses que aparecieron en paralelo a la búsqueda de justicia.

De ese modo, aquellos nazis que se consideraron útiles por su conocimiento, es decir, científicos o técnicos, fueron repatriados sin rebuscar mucho en su pasado. Posner nos habla de que más de 800 nazis fueron “rescatados” por diversos Estados para aprovechar su conocimiento. Ahí rivalizaron Estados Unidos, Rusia y Gran Bretaña, ansiosos por apropiarse de la tecnología sumamente avanzada que había desarrollado el Tercer Reich.

Estos esfuerzos por redimir interesadamente a cuantos pudieran resultarles útiles, chocan con las ansias de justicia de los supervivientes de la masacre. Todo ello envuelto en un sinfín de obstáculos para identificar culpables que a menudo habían cambiado de ciudad, de nombre y de aspecto. El telón de fondo es una sociedad alemana ansiosa por recuperar su vida cotidiana y que trataba de convencerse de que “todos obedecieron órdenes”.

Un general norteamericano dijo cierta vez que la guerra es el terreno abonado para los sicópatas. Y así fue en Auschwitz, aunque también Auschwitz nos dio una tremenda enseñanza: que una adecuada manipulación puede llevar incluso a personas inteligentes y honradas a conductas execrables.

El prólogo del Rabino Abraham Cooper termina con una frase luminosa. Dice: “el camino que él y otros como él (Capesius) escogieron conduce directamente a las puertas del infierno”. Así le ocurrió al farmacéutico de Auschwitz, que terminó sus días con el fantasma de Auschwitz en su cabeza. También ocurrió eso con las víctimas.

Recomiendo en este sentido leer a quien no lo haya hecho aún, los libros de dos imprescindibles autores: Primo Levy y Jean Amery.

Patricia Posner ha logrado con El farmaceútico de Auschwitz contar una historia llena de verosimilitud, con rigor, tomando suficientes apoyos en expertos en la materia, ya que ella no es propiamente una historiadora profesional y demostrando que ha rastreado con extraordinaria dedicación y esfuerzo el hilo de documentos y testimonios sobre los que construye su libro.

Ficha técnica de El farmaceútico de Auschwitz:

Publicado inicialmente en Reino Unido en 2017
Traducción: María Teresa Solana
Diseño: Grafía Editores y Estudio La Fe Ciega/Domingo Martínez
Editorial planeta de México
Segunda Reimpresión: Julio de 2019

El farmaceútico de Auschwitz | Patricia Posner
PUNTUACIÓN:
8

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