Zaireña, de Carol Luján, es un libro que lo tiene todo: paisajes, dramas, conflictos políticos y romance.

Su autora nos traslada a 1995 y nos introduce en el mundo de Camila Oramas, una joven de veintitantos que presenció la muerte de sus padres, asesinados en 1981. Sus abuelos deciden que viva con ellos en España, más concretamente en Gran Canaria. Alejada de su tierra natal, Camila extraña su país de origen y decide volver a su tierra para trabajar allí como enfermera.

La protagonista de esta historia, Camila, es entrañable desde el primer momento, podemos verla ir de un lado a otro velando siempre por el bienestar de los demás. A pesar de la muerte de sus padres y hermanos, Camila no está sola, sus padrinos Alicia y Vicente, el padre Declan McLeod y Lucréce son como familia para ella, y la acompañan en los diferentes momentos que vive.

Sinopsis

Camila se dirige a la misión Saint Germain, en el medio de la selva, junto al padre Declan –quien se encarga de la parroquia– cuando se cruzan con dos hombres: uno de ellos camina casi arrastrándose y el otro se esfuerza por sostenerlo. Declan y Camila no dudan ni un momento en ir en su ayuda. Jerome es el herido y Hubert el que intenta llevarlo a cuestas viéndose mucho menor que él. A pesar de que les hacen saber sus nombres, algo en su identificación les resulta extraño, hasta que se enteran, camino al Saint Germain, que están siendo buscados por la Guardia Civil.

En un contexto de guerrilla y crisis política africana, hay muchos disidentes del gobierno dictatorial de Mobutu Sese Seko. Ellos pertenecen a ese grupo.

Como dice la frase “haz el bien sin mirar a quien” Declan y Camila no pueden evitar ayudarlos a pesar del riesgo que corren, poniendo en peligro sus vidas para salvar la de Jerome. Desde que se encuentran en el camino de Bandundu, Jerome, el mestizo de ojos azules, llama la atención de Camila. Ella es muy tímida, no se había enamorado ni había hecho el amor nunca, sin embargo, será Jerome quien despierte su deseo.

Opinión

Carol Luján tiene el expertise de transmitirnos la tensión que se funda entre Jerome y Camila, nos inyecta la pasión de su vínculo y quedamos expectantes en cada gesto, en cada muestra de afecto y en cada día que pasan juntos. Paseamos por la selva africana, nos subimos a camionetas, caminamos por la tierra seca y por el barro, visitamos casas derruidas y estamos a su lado en las vacunaciones. Vemos cada escena como en una película, y sabemos, además, que somos parte de ella.

Esta historia, nos lleva a pensar que las personas pueden transformar lo vivido y la propia historia en algo que construya los vínculos, las comunidades y, sobre todo, el amor.