“Los días perfectos” es una novela de Jacobo Bergareche que conmueve porque incide en los aspectos más fundamentales de nuestras vidas : el amor, la felicidad, el deseo, el paso del tiempo, los principios y finales…
En mi opinión, «los días perfectos» encajaría perfectamente dentro de los postulados de la filosofía existencialista que defendía Jean Paul Sartre con su célebre frase “El ser humano es una pasión inútil”.
¿De qué trata los días perfectos?
El protagonista de la historia es Luis, un hombre en la cuarentena, casado, que utiliza la excusa de un congreso en Austin (Texas) en Estado Unidos para juntarse con una mujer, Camila, con la que está viviendo una aventura amorosa y que se ha convertido en un incentivo de su anodina vida. El mismo Bergareche cita en una entrevista las palabras de la psicoterapeuta y escritora Esther Perel que dice que “el mayor motor de las infidelidades no es tanto la satisfacción de un deseo como la necesidad de vivir otra vida”.
Sin embargo, Camila no se presentará a la cita, y eso dará pie a que Luis visite el archivo Harry Ransom Center en el campus de la Universidad de Texas, y descubra allí las cartas que William Faulker dirigió a su amante Meta Carpenter. Estas cartas (alguna de las cuales se reproduce en el libro) servirán de hilo conductor a las reflexiones vitales del protagonista.
Casi al principio, a través de los juegos de Luis con su hija pequeña Carmen, el autor plantea la visión de la finitud de todas nuestras vivencias, el concepto de comienzo, desarrollo y final. Todo lo que hacemos en nuestra existencia empieza en un momento dado, se repite un número limitado de veces y, un día, se repite por última vez. La tragedia, o quizás, la belleza, es que nunca sabemos cuándo será esa última vez. Quizás si lo supiéramos, aprovecharíamos mejor esas ocasiones.
La reflexión sobre la felicidad también se encuentra muy presente: Desde la cita de Abderramán III al comienzo del libro (“He reinado ya más de cincuenta años […] En este predicamento, conté diligentemente los días de pura y genuina felicidad que me tocaron: ascienden a catorce.”), pasando por “Perfect Day” la canción de Lou Reed, las viñetas de Faulker y Carpenter, el vértigo de las nuevas relaciones, hasta la resignación de Luis para que, por lo menos, de vez en cuando, surja un día ‘bueno’, o diferente, que le ayude a seguir adelante en una vida tejida de costumbres y rutinas.
Opinión personal
«Los días perfectos» tiene su propia banda sonora porque Bergareche hace constantes alusiones a la música: además de Lou Reed, menciona también canciones de Rolling Stones, ZZ Top, T.Rex, Marvin Gaye, Sam Cooke, Sonny Rollins, Miles Davis, Bizet, Rocío Jurado, Edith Piaf… y una canción, que no conocía antes y que al escucharla me ha gustado mucho. Es la canción “My My, Hey Hey” de Neil Young que dice: “It’s better to burn out than to fade away” (Es mejor quemarse que desvanecerse).
Aparece una referencia a “La Mosca”, una película de David Cronenberg del año 1986, que me ha parecido divertida por mi experiencia personal. Siendo pequeño la vi con mi padre y le intenté convencer de que se trataba de una película mucho mejor que “Kramer contra Kramer” de Robert Benton, que en aquel momento me parecía muy aburrida…
A pesar de que se van sucediendo momentos de alegría, ilusión y pasión, éstos no consiguen enmascarar que la atmósfera de “Los días perfectos” está cargada de nostalgia. Entre otras muchas referencias literarias, la frase de Faulkner que resume lo que Bergareche nos quiere transmitir con este libro es muy clara: “Entre la pena y la nada elijo la pena”.
Por Javier Gallo