
Vuelvo a Haruki Murakami con su Tokio Blues muchos años después de que conocí su obra con el libro “De que hablo cuando hablo de correr” en el año 2010. A pesar de que no soy un aficionado a la literatura japonesa, cuando lo leí, supe que no sería el último de este autor.
Tokio Blues es un cuento maravilloso sobre la juventud. Toca temas como el amor, las relaciones humanas, el sexo, la enfermedad mental, el descubrimiento, el aprendizaje y los conflictos a los que, de forma inevitable, nos vamos enfrentando a lo largo de nuestra trayectoria vital.
Argumento
La novela transcurre a finales de los años 60 con el telón de fondo de las revueltas estudiantiles que se produjeron en la ciudad de Tokio y que, en la opinión de los protagonistas, fueron movimientos hipócritas y excluyentes.
Los personajes cobran un papel muy especial, están muy bien detallados y caracterizados. Watanabe es el narrador que nos cuenta su historia, un viaje iniciático a las turbulencias y emociones de la vida adulta. También está Kizuki, su mejor amigo en el instituto y desencadenante de los acontecimientos que sucederán. Nagasawa es un estudiante que comparte residencia con Watanabe, pronto se hacen amigos y empuja a éste a una desenfrenada carrera nocturna de excesos y descontrol.
Por otro lado, están los personajes femeninos. Naoko, paradigma de belleza, sensibilidad y ternura, y foco de deseo alrededor del cual gira la existencia de Watanabe. Midori es la compañera de clase de este último, es extrovertida, alegre, divertida, la relación de amistad que surgen entre ambos se va enriqueciendo y adquiere nuevos matices. Y finalmente Reiko, amiga y consejera, actúa como intermediara en la relación entre Watanabe y Naoko, su juventud está marcada por una herida, tocar la guitarra, que siempre le acompaña, le sirve de ayuda para superar sus problemas.
Tokio Blues es una novela que nos hace viajar por los barrios de Tokio, por los paisajes de los campos, montañas y playas de Japón. Está contada con una precisión que sumerge al lector en esos escenarios y, a ratos, parece que uno puede oír el ruido del tráfico de la ciudad, de la lluvia cayendo sobre los prados, ver el colorido de las hojas de los árboles en otoño, oler el aroma de los cerezos en flor y de la gastronomía japonesa….
Me gustaría mencionar en esta reseña la escena en la que Watanabe y Midori beben cerveza en la azotea de un edificio mientras ven un incendio en la distancia y que se termina con la broma de Midori: “Está bien. Te prepararé un incendio de postre”.
También la sexualidad, el trauma y el desequilibrio psíquico empapan este relato durante muchas páginas; así como la música y la literatura que aparecen a menudo a lo largo del texto, por ejemplo, “Norwegian Wood” de los Beatles es la canción de Naoko, “El centauro” de John Updike es el libro favorito de Watanabe a los dieciocho años, “El Gran Gatsby” de Scott Fitzgerald es el que permite el comienzo de la relación con Nagasawa…