Hoy voy a hablar muy poco de “La diabla en el espejo”, de Horacio Castellanos Moya; aunque realmente habría mucho que decir de ella, pero todo se puede resumir en una palabra que por sí sola debería de bastar: “léanla”.
La obra es magnífica. Volveré luego sobre ella porque de quien considero que es imprescindible hablar es de su autor.
Horacio Castellanos Moya
Con Vargas Llosa se inició mediáticamente el llamado “boom latinoamericano” con la aparición de “La ciudad y los perros”, publicada en 1963, que modernizó la narrativa latinoamericana. Con su segunda novela incorporó a ésta, las técnicas narrativas europeas y estadounidenses.
Fue después García Márquez, durante la segunda mitad del pasado siglo, quien situó a la literatura hispanoamericana en primera línea mundial.
Pero hubo alguien más aparte de estos dos premios Nobel, que ayudó sobremanera en este movimiento, Julio Cortázar con su obra “Rayuela”, una de las obras cumbres del “boom”, también publicada en 1963. Con ella aportó un carácter innovador con lo que él mismo llamó contra-novela, en la que buscaba incitar al lector a involucrarse de alguna manera en la lectura.
Con éste último, Castellanos Moya tiene similitudes, aunque los temas sean en muchos casos radicalmente distintos. Éste se aparta del hecho meramente existencial de las primeras obras del primero y de su universo onírico posterior para convertirse en transgresor, o mejor, denunciante de todo el fango que rodeó, y rodea aún, las diferentes instituciones, no solo gubernamentales. Él mismo declaró en España hace un año a El Cultural, tras la publicación de su última novela “Moronga”: “Me siento muy cerca de la tragedia porque vengo de un país trágico”.
Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa, pero pronto su familia se trasladó a El Salvador, en cuya capital cursó estudios universitarios. Tras la publicación de su novela “El asco” fue amenazado de muerte y tuvo que exiliarse.
El escritor peruano Santiago Rocagliolo se refirió a él como “la voz más poderosa original y arriesgada, certero en su denuncia de los lados oscuros de un país”. La guerra civil en El Salvador, que aunque la vivió desde fuera le impactó, duro 12 años, hasta 1992.
En 1989, ocho personas entre ellas cinco jesuitas fueron asesinadas por militares salvadoreños. Curiosamente, este mes de septiembre en España la Audiencia Nacional ha condenado a 26 años de cárcel a su autor, el coronel y viceministro de Seguridad Inocente Montano.
En la actualidad, Horacio Castellanos es profesor en la Universidad de Iowa.
En “La diabla en el espejo”, Castellanos sitúa la acción en San Salvador el día del asesinato de Olga María, mujer de la alta sociedad, esposa de un importante empresario. Dicho crimen es utilizado por el autor como un medio para contar los delirios de la protagonista Laura Rivera.
Es ésta una mujer caprichosa, absorbente, embaucadora, hipócrita, mentirosa y de una incontinencia verbal que raya en la paranoia y que vamos conociendo poco a poco, porque la novela es un largo monólogo en el que cuenta sus conversaciones con todos aquellos que han tenido algún tipo de relación con O. María.
A pesar de la total ausencia de diálogos, la obra no cansa en absoluto. Te mantiene pendiente del descenso a la locura de la señora Rivera y por medio de ella, en su confusión, denuncia una sociedad envilecida, el sinsentido de la violencia y la corrupción de una clase política salvaguardada por la utilización del terror policial.
Su estilo es directo, casi brutal, en la línea de la mejor novela latinoamericana contemporánea y de lectura imprescindible si se quiere conocer la realidad actual de la novelística hispano-parlante de países centro-sur americanos.