“No soy un psicópata” es un thriller policial que Gil de Biedma vuelve a situar en la localidad costera de Comillas, tan pequeña como hermosa y señorial, a pocos kilómetros de Santander.
Cuarta entrega de los inspectores Diego Olivares y María Pinta, tras “Nada que perder, excepto la vida” publicada dos años atrás, en mi opinión ésta última citada, lo mejor escrito por el autor hasta el momento, junto a “Una rosa blanca, una rosa negra”.
¿De qué trata «No soy un psicópata»?
La acción comienza días previos a la aparición del coronavirus y el posterior confinamiento que recluyó a la población en sus domicilios.
Al interés que el inicio tiene cuando el cadáver de una joven aparece en la playa y las primeras tomas de contacto con el caso por parte de la pareja de inspectores, se suma el protagonismo de una mente enferma que reúne la psicopatía con una más que desarrollada esquizofrenia paranoide en la que causar daño es su última y prioritaria finalidad, porque pronto el autor nos da a conocer quién es la persona que se encuentra tras los crímenes y cuáles son sus motivaciones.
De esta manera asistimos a un duelo mortal entre policía y criminal. El autor nos sitúa en el centro del escenario y vamos conociendo los movimientos de ambos en ese juego letal. Está claro que una mente así tiene sus planes y no terminan sus actos criminales con ese primer asesinato. El hecho de que entre ellos no haya la más mínima relación desconcierta del todo al equipo policial. La investigación no avanza y el criminal se crece y disfruta. Cuando en algún momento percibe que sus actos no son lo debidamente conocidos o la respuesta de la sociedad no es la que él espera, su agresividad aumenta, su ego se ve afectado y el espectro de posibilidades de actuación se amplifica. El asesino disfruta matando, pero tiene un fin, un objetivo final.
El homicida, que conoce a los investigadores les somete a seguimiento con planes muy específicos. El hecho de ir por delante de ellos, es inquietante, pero aún acentúa más esa inquietud la relación amistosa que mantiene él con María. El autor nos pone en situación con la presentación de una persona que se relaciona bien y lleva una vida normal, mientras nos va dando a conocer datos sobre él, sus sentimientos contradictorios, sus pulsiones, que convergen al final en la pérdida del control racional de su mente y le impulsan a la consecución de unos actos que considera obligados.
El asesino se siente superior, cómodo en ese ejercicio. “No soy un psicópata” se convierte en un pulso entre ambas fuerzas, un reto lanzado por el criminal, conocido desde el principio, que obliga a Pinta y Olivares a modificar su actuación en función de los pasos que su enemigo va dando. Pero éste siempre va por delante. La incertidumbre de lo que esa mente irracional es capaz de efectuar mantiene alta la intriga.
“No soy un psicópata” tiene el suspense e interés suficiente para gustar, aunque la misma originalidad de conocer al autor de los crímenes desde el principio le resta impacto, pero el escritor sabe mantener el suspense con la incertidumbre de su final y el desasosiego que transmite la cercanía que el homicida mantiene con los investigadores. El hecho de estar narrada alternativamente por uno y otros ayuda a mantener en gran parte ese interés porque no solo conocemos los planes de la policía sino que, simultáneamente, observamos los pasos y movimientos que el criminal va efectuando.
Más difuminados los personajes de Pinta y Olivares que en la anterior y mejor definidos algunos secundarios como el periodista Torquemada o el agente Genaro. La novela, que tiene un buen inicio, va a más y es su última parte la mejor conseguida, con un final impactante en verdad, original y bien resuelto y que deja la puerta abierta a una próxima entrega.
Reseña del libro: NO SOY UN PSICÓPATA.
Autor: Federico Correa Gil de Biedma.
Fecha de publicación: 2 mayo 2024.
Editorial: Autopublicado.
Páginas: 410.
Género: Novela negra
