Un espía entre nosotros es una de esas series difíciles encontrar, de esas que despiertan tan diferentes opiniones entre los espectadores anglosajones.
Un resumen rápido del contenido de la miniserie sería el siguiente: Se trata de una historia de espionaje que transcurre en los años de la guerra fría, pero que se sale del formato habitual. Rebosa originalidad durante los cinco primeros episodios y desciende al terreno de la vulgaridad en el que cierra la historia. Pero hay mucho que matizar sobre esto.
El director Stephen Poliakoff vierte en Un espía entre nosotros parte de su biografía y de la de sus ancestros. Nacido en Londres, es hijo de emigrantes judío-rusos que salieron del país después de la revolución. Su padre, al parecer, era inventor de artilugios tecnológicos, actividad que también desempeña el protagonista de la serie, el emprendedor, Samuel Petrukhin.
ARGUMENTO
Petrukhin se relaciona por motivos puramente casuales con una familia cuyo pater familias es un miembro del parlamento. Entra así de rondón en la alta sociedad británica, circunstancia que intentará aprovechar para promocionar los productos que diseña y fabrica en su pequeño taller, principalmente audífonos. Quiere, además, introducir un nuevo producto estrella; un localizador inalámbrico que intenta vender a hospitales y en el que tiene depositadas muchas esperanzas.
Esta actividad le lleva a encontrarse, sin comerlo ni beberlo, en medio de una confabulación política entre dos bandos de los cuales se le hace difícil dilucidar quién es quién. Los hechos que se suceden le darán a Petrukhin pistas equívocas que le impiden desvelar las verdaderas intenciones de unos y otros. Poco a poco nos iremos dando cuenta de quienes son los buenos y quienes los malos.
EL VERDADERO ARGUMENTO
Escondido entre el entramado del complot político, la acción transcurre por otros cauces. Estamos acostumbrados a que los temas de espionaje tengan un potente eje central, el de la intriga, al que se subordina el resto de la acción. La originalidad de esta serie es que ese acompañamiento es aquí , desde el principio, la parte fundamental del argumento, desbancando a la intriga.
La vida de la familia Petrukhin, sus esfuerzos por sacar adelante su negocio, su necesidad de abrir paso a sus inventos y las vicisitudes de sus hijos: una joven semi contestataria y un niño que es el observador del incomprensible mundo de los adultos.
IRONÍA Y PARODIA
Con Un espía entre nosotros estamos ante cine de autor, porque el argumentario político es una parodia con detalles de un humor más británico que ruso y una fuerte carga de ironía. ¿Cómo si no interpretar la escena final del capítulo 1º donde cuatro miembros del Mi5 avanzan en paralelo, al estilo de la banda de un Liberty Valance, por un camino rural para entregar una citación a Samuel Petrukhin? ¿Y qué me dicen del perro que solo atiende en ruso? ¿Y de la División de Carros de Combate camuflada en plena campiña inglesa? Esto, por mencionar algunos detalles gruesos, porque hay muchos otros perceptibles para espectadores atentos.
Así que quien quiera seguir la serie únicamente como una intriga tipo thriller al estilo El espía de Netflix mejor que desista, porque la calidad y la intención del creador van por otro camino. ¿Cuál es entonces el propósito de Poliakoff? En mi opinión, mostrar una serie de retazos de sus recuerdos de infancia y adolescencia con una mirada al desván familiar con sus daguerrotipos, sus fotografías en blanco y negro, y esos rostros de ancianos que nadie sabe ya ni quienes son ni qué vinculo pudo unirlos para estar en el mismo álbum.
Se nota que el argumento está entretejido de recuerdos, ecos infantiles y sentimientos. Ahí está la autenticidad de la escritura. Si el espectador de la serie no conecta con ese intimismo y esa añoranza distante del pasado, es mejor que lo deje. Poliakoff ha escrito desde sus recuerdos “mirando hacia atrás sin ira” componiendo un guión que se plasma en una sucesión de videogramas de gran contenido y calidad que va sobreponiendo al desarrollo de la acción.
PEQUEÑOS MOMENTOS ESTELARES
Un espía entre nosotros no está exenta de momentos estelares, de esos que te hacen sonreír a sabiendas de que uno se encuentra ante una buena producción. Los mejores son los que atañen al menor de los Petrukhin (Sacha). A destacar las deliciosas secuencias del internado y las pequeñas aventuras que le acontecen en los que Poliakoff introduce toques actualizados de Oliver Twist.
Las escenas de la preparación y presentación ante la reina de las nobles jóvenes que se presentan en sociedad también están rodadas con exquisito cuidado (e ironía)
Es más que notable el reparto. Esplendida la realización, la fotografía, los exteriores y la planificación de las tomas. Nada hay improvisado.
Reseñable la recurrente, unas veces subrepticia y otras más que notoria, toma de posición frente a la xenofobia y el racismo. Incluir a Fode Simbo, actor de color, como lugarteniente de Petrukihn ya es un dato relevante.
ACTORES
Toby Woolf, que interpreta al pequeño Sacha Petrukhin, es para mí el actor que más me ha hecho disfrutar de la interpretación. Sin ningún rasgo de niño actor, 100% natural e ingenuo. De lo mejorcito que he visto en niños ante las cámaras, y eso que hemos visto magníficas actuaciones de niños en la gran y en la pequeña pantalla. Otra llamada al interés: Timothy Spall. ¡Qué lejos de aquel actor que interpretó a Mr. Turner en la película del mismo nombre! Ha perdido tantos kilos que parece irreconocible. Ahora su cara es más expresiva, llena de arrugas y depresiones y tiene un punto desagradable que le va de perillas al personaje que interpreta (Lord Arthur Wellington).
Y cómo no, la pareja protagonista, pero esto ya sabíamos que era apostar a caballo ganador. Los dos excelentes: Samuel Petrukhin interpretado por Toby Stephens y Kathleen Shaw, encarnada por Keeley Hawes.
A QUIEN RECOMENDAR LA SERIE
Un espía entre nosotros es una serie altamente recomendable a quien después de ver el primer capítulo acepte el doble juego del autor y disfrute con los méritos que hemos resaltado arriba. Por supuesto, el final no está a la altura, pero era inevitable cerrarlo más o menos de esa manera.