La niña olvidada | Román Caballero

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“La niña olvidada” es una novela inquietante. Parece escrita con dolor, como una pesadilla que el autor ha querido llevar al papel.

Hay novelas críticas, inteligentes, aquellas que estimulan la reflexión, plantean preguntas y promueven debates. Que exploran temas complejos, cuestionan “status quo” e incluso sus normas. Como dice una de las protagonistas, Regina Pons “defender la ley o perseguir la justicia”. Román Caballero ha sabido inocular en el texto todas las ideas y pensamientos que su mente le ha transmitido, incluso aquellas que su cerebro ha querido ocultar a su pluma, exponiendo esto último de manera subliminal, entendible sólo por la mente no consciente.

La novela parece escrita por alguien que, en algún momento, hubiese tenido algún tipo de relación, dependencia o trato con el tipo de situaciones que el autor maneja y desarrolla con acierto, y posiblemente desde posiciones de poder o de mando.

Su implicación, como la de su protagonista Gabriel Ferrer debió de ser total, tanta que se vio obligado a escribir algo, casi bajo presión, que lo reflejase y lo hizo de esta manera, en forma novelada. Hay en su forma de narrar algo más que intención, como si quisiera dejar parte de sí mismo, como una redención. “El Mal” puede llegar hasta donde quiera. Tiene sus métodos y su forma de hacer. Está a nuestro lado, convive con nosotros y no descansa nunca.

Nos codeamos y rozamos con Él continuamente. Unas veces conocido, va por delante, otras disfrazado o invisible y siempre ataca por la espalda comenzando por los más débiles, los más desprotegidos. Drogas, juego, sexo fácil, alcohol, bullying, apuestas, son los conocidos. Los otros, por su maldad explícita, se ocultan. Yo no puedo concebir “La niña olvidada” fuera de este contexto. Si el autor, desconocido para mí Román Caballero, es precisamente esto lo que ha querido escribir, yo creo que sí, la novela merece la máxima calificación.

De qué trata “La niña olvidada” de Román Caballero.

Morella. Un sobre cerrado con una fotografía, una sola frase y una pulsera con manchas de sangre en su interior, es lo que se encuentra el capitán de la Guardia Civil Gabriel Ferrer en su escritorio, cuando una fría mañana de invierno llega a su despacho. La foto pertenece a Clara Llorens desaparecida en noviembre de 2005, hace casi veintiún años cuando apenas contaba quince.

Ferrer recuerda el caso de inmediato. Nunca lo olvidó. Tras la pérdida de pruebas y diversas irregularidades, el caso, tras considerarse una fuga juvenil, fue sobreseído. Nunca estuvo Ferrer de acuerdo con esa decisión y siempre se preguntó si él podría haber hecho algo más. Cuando pone los nuevos hechos en conocimiento de su superior, el comandante Pascual, éste le conmina a abandonarlo. No hay razones para investigar de nuevo. Hay casos más urgentes que requieren su atención.

Pero Ferrer duda y en contra de lo dicho por su superior, su primera decisión es visitar a la fiscal Regina Pons. Ambos pactan en mutuo silencio apoyos y ayudas. El caso se cerró en su día demasiado rápido. El capitán en aquella ocasión se sintió engañado, manipulado. Ferrer sale del despacho de una Regina transformada desde la muerte de su marido, con las ideas muy claras. Ese diálogo, esa toma de contacto entre tácita y con claras muestras de mutua aquiescencia, y aceptación pasiva de una decisión por ambas partes, es sencillamente magnífico.

Cuando comienza por su cuenta a investigar en los informes policiales de la época se da cuenta de que la mayoría han desaparecido. Alguien quiere evitar como sea que el caso se reabra y el capitán es un obstáculo, una molestia que hay que neutralizar. Ferrer se siente observado y vigilado dentro de su propio hábitat personal y profesional.  Así comienza Caballero una novela, en su parte negra, entretenida e interesante.  

Ferrer es un personaje atormentado. Un caso que nunca pudo olvidar se le presenta de repente sin ninguna explicación y las dudas vuelven y él a pesar de todo, incluso de amenazas veladas, se implica hasta el final. Responsable y honesto está pasando por un momento difícil. Alguien a quien él ayudó a encarcelar acaba de salir de la cárcel exonerado.

La denuncia era falsa. La denunciante, Nuria Esteve participaba en un programa para jóvenes en situaciones de exclusión o sencillamente difíciles, de la Iglesia de Santiago Apóstol, al que también acudía Clara Llorens; esa coincidencia pone en alerta a Ferrer. Intranquilo y nervioso el capitán transmite ansiedad. “Siempre pareces al borde del colapso” le dice Navarro, un compañero fiable a quien Ferrer pide ayuda. La narración apunta enseguida hacia una dirección. La lucha contra la corrupción del poder establecido.

“La niña olvidada” es una denuncia de cómo mentes pervertidas actúan para romper voluntades quebrantando la mente, con total impunidad. Caballero, como si quisiera que tomáramos conciencia de la importancia del tema y su peligrosidad, incide y reincide una y otra vez, quizá en exceso, sobre la manipulación total, la posesión, el dominio absoluto, el abuso institucional en su faceta más ruin, criminal.

Esta es la base, en mi opinión, de una novela fuerte y valiente. El Mal omnipresente y casi omnisciente, que se expande con facilidad porque el terreno en el que se mueve lo propicia y el propósito del autor de hacer pensar, de aceptar y entender que si la oportunidad está ahí, hay que actuar, no callar ni cerrar los ojos.


LA NIÑA OLVIDADA.
Autor: Román Caballero.
Fecha de publicación. 30 abril 2025.
Editorial: Publicaciones Independientes.
Páginas: 387.
Género: Novela Negra.


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