
Crítica de Task: el regreso trepidante del noir televisivo
Task supone el retorno de Brad Ingelsby al género negro tras el enorme éxito de Mare of Easttown, y lo hace con una fuerza que no esperaba. Cuando un creador firma una serie tan impecable como Mare of Easttown, es inevitable que cualquier proyecto posterior cargue con la sombra de la comparación. Sin embargo, Task no intenta competir con su predecesora: la supera por el lado contrario. Donde Mare era introspectiva, contenida y emocionalmente devastadadora, Task es urgente, eléctrica y trepidante. Desde el primer capítulo hasta el último, Ingelsby apuesta por un ritmo que no concede pausas y por una tensión narrativa que se siente en el estómago.
Si tuviera que definir la serie con un solo término, sería precisamente ese: trepidante. No afloja. No se detiene. No respira. Y a la vez, no sacrifica la profundidad emocional ni la complejidad de sus personajes, lo que convierte a Task en un thriller que no solo se ve con intensidad, sino también con implicación.
Una trama que no concede pausas
La serie arranca con Robbie Prendergrast metido en el robo de narcocasas. Él y sus dos amigos parecen tenerlo todo controlado, como si hablaran de un trámite más en una rutina ya asumida. Pero ese supuesto control dura poco: un golpe sale mal y, a partir de ese momento, su vida se descompone a una velocidad imparable. Con ese detonante, Task establece su tono: directo, tenso, sin aderezos.
Lo que me engancha de la serie es que la tensión no depende únicamente de la acción. Ingelsby sabe crear suspense desde lo humano: desde las decisiones precipitadas, las mentiras mal gestionadas, la culpa que se acumula y la incapacidad de frenar un derrumbe que ya está en marcha. Cada capítulo se convierte en una consecuencia del anterior, como si Robbie intentara apagar un incendio que cada vez se hace más grande.
Y lo interesante es que, a pesar de ese ritmo, no se siente atropellada. La historia fluye con una precisión quirúrgica. Las escenas encajan sin artificios. No hay relleno. No hay un minuto que no empuje la narrativa hacia adelante. Ese equilibrio entre adrenalina y solidez dramática es uno de los mayores aciertos de la serie.
Robbie Prendergrast: un protagonista que sostiene toda la serie
Robbie es, para mí, uno de los personajes más interesantes que he visto últimamente en una serie del género. No es el típico criminal duro ni el antihéroe glamurizado que tantas veces hemos visto. Robbie es un hombre marcado por una vida que siempre le ha sido esquiva. Un tipo que, aun teniendo buen corazón, ha acabado tomando malas decisiones una detrás de otra. No es malvado: está perdido.
La interpretación de Tom Pelphrey es extraordinaria. Es un papel en el que realmente me ha sorprendido. Si en Ozark ya apuntaba maneras, aquí lo borda. Su mirada lo dice todo. Hay una melancolía constante, un peso emocional que nunca se verbaliza del todo pero que está ahí en cada gesto, en cada respiración. Es de esos personajes en los que ves el cansancio sin que lo diga, en los que la lucha interna se nota incluso en silencio.
Lo que más me atrae de Robbie es que está atrapado en una paradoja dolorosa: quiere ordenar su vida, quiere hacer las cosas bien, quiere empezar de nuevo… pero la única forma que encuentra para hacerlo exige seguir delinquiendo. Es un personaje que empuja constantemente contra una pared que no puede romper. Y ese choque, repetido una y otra vez, es lo que convierte su drama en algo tan humano.
Tom Brandis y la otra cara del conflicto
En el otro extremo de la historia está Tom Brandis, el agente del FBI interpretado por Mark Ruffalo. Su presencia en pantalla funciona como contrapunto perfecto al caos de Robbie. Brandis es un hombre recto, comprometido, pero profundamente fracturado en su vida personal. La serie introduce una subtrama centrada en su hijo adoptivo, que sirve para mostrar el tipo de carga emocional que arrastra el personaje.
Me parece una decisión muy acertada. Esa dimensión familiar no solo lo humaniza, sino que también genera un contraste interesante con la dureza de su trabajo. Mientras persigue a Robbie y a su entorno criminal, Brandis intenta sostener una vida que se le escapa entre los dedos, un hogar que no termina de encajar. Ahí reside gran parte de su conflicto: el deber profesional frente al deber emocional.
Este choque interno hace que el personaje no sea simplemente “el policía de turno”, sino alguien tan desgastado como aquellos a los que persigue. Y eso da una riqueza notable a la serie.
Filadelfia como escenario emocional
Otro elemento a tener muy en cuenta es la fotografía. La serie está rodada con un cuidado visual notable, capaz de capturar la belleza de los bosques y parques de Filadelfia con una sensibilidad casi poética. Es imposible no quedarse maravillado con algunos planos.
Ese contraste entre la naturaleza y la violencia urbana refuerza la atmósfera del relato. No es solo un decorado: es un personaje más, un espejo de la dureza y la fragilidad que conviven en la historia.
La comparación con Mare of Easttown: inevitable, pero injusta
Desde que se anunció Task, la pregunta sobre si estaría a la altura de Mare of Easttown era inevitable. Pero una vez vista, creo que la comparación no hace justicia ni a una ni a otra.
Mare era una historia profundamente personal, centrada en un asesinato y en un personaje devastado. Su ritmo era más pausado, más reflexivo. Task es otra cosa: una serie en constante aceleración, donde el crimen y sus consecuencias marcan el tempo de principio a fin. La primera tiene unos secundarios más cotidianos, más familiares, como la madre de Mare, genialmente interpretada por Jean Smart (Hacks), su hija Siobhan o la relación sentimental con Guy Pearce. En Task tambien encontramos secundarios familiares como Maeve (gran papel de Emilia Jones), pero una gran parte del peso del relato recae en los agentes que acompañan a Tom Brandis en la operación: Grasso, Clinton y Stover (Lizzie), de cuyas vidas también se nos ofrecen gruesas pinceladas que engordan ese componente humano del que hablabamos.
No diría que una es mejor que la otra. Diría que persiguen objetivos distintos. Mare buscaba explorar heridas; Task busca mostrar cómo un error puede desencadenar un terremoto emocional y moral que arrastra todo a su paso.
Un noir emocional sobre culpa y supervivencia
Más allá de su ritmo, Task es una serie que habla de culpa, de decisiones equivocadas y de esa insistente tentación de creer que siempre se está a tiempo de empezar de nuevo. Robbie encarna ese conflicto de manera magistral: lucha por enderezar su vida, pero cada paso que da parece empujarlo en la dirección contraria.
Esa tragicidad tan humana es lo que hace que Task funcione. No trata solo de robos o persecuciones, sino del peaje emocional que deja cada error, cada renuncia, cada intento de reparar lo que ya está roto.
Conclusión: un thriller sólido, intenso y profundamente humano
Task es una serie que combina acción, emoción y belleza visual de una forma muy equilibrada. Mantiene una tensión constante sin perder profundidad dramática, ofrece interpretaciones sobresalientes y construye un retrato emocional que permanece más allá de sus escenas más impactantes.
Es un thriller que se disfruta, que se padece y que deja huella. Una historia sobre personas rotas que intentan recomponerse mientras todo a su alrededor amenaza con derrumbarse.
En definitiva, Task es una gran serie. Una de esas que ves casi sin parpadear, que te mantiene atado al televisor y que, al terminar, deja una mezcla de inquietud y admiración difícil de olvidar.
