Junto a Franz Kafka y Friedrich Nietzsche, Thomas Mann conforma un trío fundamental del cambio efectuado por la novela en Europa a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Su innovación fue reconocida por la crítica y sus obras ejercieron una profunda influencia en la cultura occidental. Las circunstancias sociales y políticas fueron diferentes para cada uno de ellos. Kafka solo vivió la primera de las dos guerras que asolaron Europa en la primera mitad del siglo XX, al morir en 1924 con sólo 40 años. Nietzsche, cuya muerte en 1900 también puede considerarse prematura, no conoció ninguna de las dos contiendas.Sin embargo, Thomas Mann vivió intensamente los duros años de guerra, especialmente los correspondientes a la segunda, puesto que sufrió la persecución y el obligado exilio tras la ola de antisemitismo que inundó Alemania con la llegada del nazismo.
Mann tuvo un destino parecido al de su compatriota Zweig. Obligados ambos a un peregrinaje en busca de un lugar habitable, Mann pudo organizar su vida de mejor modo, hasta que Europa pudo encontrar la paz en 1945.
La obra de Thomas Mann se centra en el análisis y la observación de la sociedad de su tiempo. Kafka, cuya preocupación literaria se relaciona con el existencialismo y el expresionismo alemán, fusiona elementos realistas con otros que pertenecen a la deformación de esa misma realidad, unas veces de modo inquietante (Gregorio Samsa), y otras de modo subrepticio (El castillo).
Kafka abre así nuevos horizontes que las vanguardias explotarían después e inicia un camino tortuoso e introspectivo que nace de su extraordinaria singularidad. F. Nietzsche por su parte, entre otras preocupaciones se centra en su denuncia de la pérdida de los valores fundamentales y en el sacrificio del humanismo en un mundo en el que parece que el nihilismo se ha asentado definitivamente.
Thomas Mann, el observador
A Thomas Mann le interesan las fuerzas que definen y condicionan el entorno social. ¿Cómo es la sociedad de su tiempo?: ¿Cómo se mueve?, ¿Hacia dónde? ¿Quién la mueve? y ¿Cómo lo hace? Mann intenta responder a partir de sus novelas y ensayos, pero desde dentro, de manera intimista. No se puede analizar la obra de Mann sin atender a su época porque hay una extraordinaria ligazón entre ambas.
Él es el centro receptor del momento social que le envuelve, lo que le convierte en autor y protagonista de su ficción. En la mayoría de sus personajes hay retazos suyos, y en más de uno una plena identificación entre ambos. En su primera época, lo hace partiendo desde el entorno familiar.
Ahí está “Los Buddenbrook”. Desde una posición de privilegio examina esa clase burguesa, bien situada, de cuna, a veces con trazos amplios, pero siempre con un arrollador detallismo. Análisis de lo grande a través de lo pequeño, estudiando y desmenuzando hasta los más íntimos pormenores y pensamientos de sus protagonistas. Pasan por su análisis temas como el poder, la ambición y el deseo del dominio. Observador compulsivo, su narrativa se hace notar en las magníficas descripciones de ambientes y personas, pero sobre todo de sentimientos, dudas y luchas internas entre pasión, equilibrio y obsesión.
El reconocimiento
Thomas Mann, nació en Lübeck en 1875 en el seno de una acaudalada familia. Sus primeros escritos, una serie de cuentos cortos, los presentó en diferentes revistas en Munich siendo todos rechazados. Hombre marcado por las dos guerras europeas del pasado siglo, tanto en el plano ideológico como en el personal. Su fama y prestigio comenzó ya en la primera década del siglo XX. El inmediato éxito obtenido por su primera novela publicada en 1901 “Los Buddenbrook” le consagra como un escritor de primera magnitud y le convirtió en poco tiempo en un autor reconocido, admirado y respetado.
En la entrega del Nobel en 1929, esta novela fue la única citada en el discurso del otorgamiento del premio. La inflación acaecida en Alemania en 1922 tras la guerra del 14 causó las primeras dificultades serias para los Mann. Con el pasado reciente a cuestas, su mente analítica y observadora percibió pronto hacia donde se dirigía la nación. Si en 1914 se dejó imbuir por las ideas nacionalistas, no tardó mucho en practicar un nacionalismo más moderado en el que su mujer, Katia, tuvo mucho que ver. El cambio a un sentimiento democrático pleno no se hizo esperar.
Enemigo acérrimo del nacionalsocialismo desde 1930, ejerció una oposición abierta y tuvo el arrojo y la osadía de pedir al Reichstag la despenalización de la homosexualidad. La respuesta del Gobierno fue inmediata: la descatalogación y prohibición de toda su obra publicada.
Exilio
A finales de 1938, con su mujer y sus seis hijos, inició un doloroso periplo a través de Suiza, Francia, España y Lisboa, hasta llegar a Nueva York en 1940, fijando su residencia en Palisades (California). Desde allí, en 1942, alcanzó enseguida notoriedad por sus enfervorizados mensajes por radio desde la B.B.C. a favor del armisticio y en contra de la guerra, mensajes que comenzaban siempre con ¡¡¡Despierta Alemania!!! Dos de sus hijos, Golo y Klaus, desembarcaron en Europa con las tropas aliadas. Ambos regresaron en 1945 pero Klaus murió un año más tarde sin poder superar lo vivido.
De este modo, conociendo su obra, conocemos al hombre, porque nos dejó en ella su testamento. Unas veces abiertamente explícito y otras oculto entre líneas. Sus actos van por un lado en la dirección que él considera correcta, pero en ocasiones, a merced de vientos que soplan contrarios. El foco es siempre su propio Yo, pero su pensamiento a veces se desvía de su trayectoria vital.
Cuando en 1975 salieron a la luz y se publicaron sus diarios personales revelaron lo que ya se intuía en sus lecturas, su lucha interna contra una homosexualidad latente señalada en “Muerte en Venecia”, en la que autor se identificaba con Gustav von Aschenbach, cuando el protagonista, famoso y admirado, se mira en un espejo y se pregunta entre asombrado e inquieto por qué le afecta tanto ese joven polaco desconocido que ha aparecido en su vida.
Su obra
La obra de Mann es amplia y dispar donde las haya: Los Buddenbrook, La Montaña Mágica y Doctor Fausto, por un lado, quizás las más importantes, La Muerte en Venecia, un inciso de no más de 140 páginas en su producción literaria, y la tetralogía bíblica “José y sus Hermanos”, alabada sin reservas por críticos y autores tan relevantes como Vargas Llosa.
Una peculiaridad en su producción es el tiempo transcurrido entre inicio y fin de algunas de sus obras. Doctor Fausto, comenzada en 1943 y terminada en 1947, pero ya hay apuntes preliminares de 1901. La tetralogía fue comenzada en 1926. El primero, “Historia de Jacob” se publicó en 1933 y el cuarto “José el proveedor” lo hizo en 1943. “Confesiones del aventurero Félix Krull”, claramente autobiográfica, comenzada en 1908 y retomada en 1951. Según el mismo autor comentó: “Retomé Félix Krull en la misma cuartilla en la que la había dejado cuarenta años atrás”.
Otro personaje que no es otro que él mismo: Félix Krull / Thomas Mann, antes y después. El autor se reflejó entonces en él y sigue haciéndolo ahora, probablemente preguntándose ¿de verdad he cambiado? Posiblemente la respuesta fuese… ¡No, he madurado, pero no he cambiado! Optimista y despreocupado, en un principio, con ganas de hacer y de ser feliz. Después, la desesperanza ante la certidumbre y el verdadero conocimiento de la “Conditio Humanae” surgida ante hechos que la realidad le presenta abruptamente.
Retirado en Vevey (Suiza), reclamado y admirado, fue galardonado con el premio Goethe en 1949. Hoy las ideas de Mann son completamente actuales. Hombre culto, conoció el sufrimiento y luchó contra la venenosa envidia, generatriz de un odio obsesivo y peligroso. Su obra es un testimonio vivo de su pensamiento incluso del más íntimo, expresado sin oscuridades, de manera clara y exenta de miedos y tiene un mismo denominador, la búsqueda del orden, la belleza y el equilibrio para lograr un conjunto armónico por el que el hombre siente innata inclinación, pero que contrariamente a su deseo y, desoyendo a lo sensato, se empeña en destruir buscando obstáculos que rompan esa armonía.
Entre las publicaciones aparecidas acerca de Thomas Mann hay una de especial interés por el exhaustivo análisis que el autor, Fernando Bayón Martín, hace de su vida y obras. Es un examen profundo de la novelística manniana a partir de tres caminos, la hermenéutica, la simbología y la dialéctica. Bayón Martín no ha dudado en acudir para su investigación a los “Archivos de Thomas Mann de la Schönbergasse de Zürich”, a los de la Universidad de Princeton, donde Mann obtuvo un puesto académico, a los de la Universidad de Yale, y la Universidad de Tubingen en Alemania.
Una obra de referencia para quien quiera conocer en profundidad el ideario de Thomas Mann a lo largo de su vida y las causas que motivaron los cambios que se produjeron en él. Bayón realiza en “La prohibición del amor. Sujeto, cultura y forma artística en Thomas Mann”, un estudio de algo más de 400 páginas, una reflexión sobre el testamento ideológico de uno de los grandes escritores que mejor analizó el pasado siglo y cuya obra exhibe una incontestable calidad. Una obra que encierra un axioma vital, un paradigma de la dicotomía verdad/hipocresía. El ser humano enfrentado a sí mismo.